Cosas que no sabías de la historia del idioma español
¿En España siempre se ha hablado español?
Ana Laura Prado*
22/06/20
Como todos sabemos, el español es un idioma de origen latino, como tantos otros. Sin embargo, si investigamos un poco más, descubriremos que tiene características de origen muy diverso.
Si tuviéramos que retroceder aproximadamente 3 mil años en el tiempo y caminar por las diferentes calles de la Península Ibérica, observaríamos que las lenguas ligures, celtas, ibéricas e incluso fenicias, convivían en esta región. Los fenicios avanzaron desde la poderosa ciudad de Cártago, en África, hacia el sur de la península. En la isla de Ibiza establecieron una colonia.
Sin embargo, en 218 a. C., un ejército romano desembarcó en Ampurias para luchar contra los cartagineses. Esta batalla fue un evento de vital importancia para el desarrollo del español actual, porque los cartagineses fueron derrotados y el territorio, ahora en manos de los conquistadores, quedó impregnado de la cultura y el idioma del Imperio Romano.
La Península Ibérica fue declarada provincia romana bajo el nombre de Hispania y sus conquistadores colonizaron la mayor parte del territorio, y explotaron sus recursos humanos y naturales. Aunque las antiguas lenguas prerromanas de la península lucharon por sobrevivir durante muchos años, fueron gradualmente debilitadas por la imposición progresiva de la lengua oficial de los romanos, el latín.
Solo uno de ellos se ha mantenido vivo desde entonces, el vasco o euskera, el idioma oficial, junto con el español, del País Vasco y la región noroeste de Navarra. Una peculiaridad de la lengua vasca es que, a pesar de su longevidad, aún conserva sus características gramaticales originales.
Podemos encontrar rastros del contacto de este idioma con el español en palabras como izquierda, boina, aquelarre y pizarra. También podemos encontrar reliquias morfológicas en el idioma español tomadas de los idiomas que fueron desplazados, como las terminaciones -ez, -az y -oz, presentes en apellidos como Martínez, Díaz y Muñoz, y palabras cotidianas como perro, manteca, balsa, páramo, barro y losa.
Las denominaciones geográficas como Asturias, Álava, Huelva, Córdoba, Soria, Salamanca y Zamora, así como las de los ríos Duero, Tajo y Jarama, también forman parte de este patrimonio. Cádiz, Málaga, Cartagena, Mahón, Ibiza e incluso Hispania, por otro lado, son de origen ligur.
En contraste con el debilitamiento progresivo de las antiguas lenguas de la península, el latín comenzó a extenderse exponencialmente. Se cree que la supervivencia del latín sobre otros idiomas, que constituyen parte de la herencia indoeuropea, es el resultado del establecimiento de los pontífices cristianos en la ciudad de Roma y la consiguiente implementación del latín como el idioma universal de la Iglesia Católica.
Tal fue la fuerza de este instrumento de evangelización que, incluso después de la invasión germánica del Siglo V, fueron los conquistadores los que se vieron obligados a abandonar su lengua materna. De las variedades de este código lingüístico, el latín vulgar fue el que se extendió hasta dar a luz a las lenguas romances actuales. Sustantivos como guerra, sala, jabón, tapa, parra, ropa, ganso; adjetivos como blanco, rico; y los verbos como ganar, ataviar, agasajar y guardar son un legado del pueblo visigodo.
Fue durante el periodo de posguerra que el declive del nivel sociocultural y el aislamiento de una sociedad reprimida contribuyeron a la disociación cultural y a la manifestación de diferentes dialectos, que varios siglos después se convertirían en las lenguas romances actuales.
Los primeros textos literarios escritos en lenguas romances fueron las jarchas. Estas obras fueron escritas en mozárabe, la lengua oficial del territorio andaluz. Sin embargo, este código desapareció gradualmente a medida que sus hablantes se incorporaron a los reinos cristianos del norte, donde coexistieron el gallego-portugués, asturiano-leonés, español, navarro-aragonés y el catalán. Todos ellos, tarde o temprano, se extenderían hacia el sur de la región.
Inicialmente, el español se consideraba una lengua bárbara hablada en un pequeño territorio del noreste de Burgos. Sin embargo, la iniciativa política y militar del espíritu castellano fue protagonista en la temprana conquista de los territorios de León y Navarra-Aragón. El carácter revolucionario de esta comunidad y su distancia geográfica del resto de la civilización dotó a este dialecto de una personalidad que lo distingue de sus homólogos fraternos.
Una de sus características distintivas fue la sustitución de la "f" inicial de la palabra por un sonido "h", que se asemeja al de una "j" realizada de forma relajada. Poco a poco este sonido fue perdiendo tensión, hasta desaparecer. Actualmente hay rastros de ella solo por escrito. Algunos ejemplos son las voces humo (del latín fumum), hecho (del latín factum) e hijo (del latín filium).
El español se estableció como lengua tras la producción de los primeros cánticos de hazañas, de difusión verbal, como El Canto del Mío Cid, donde se aborda la cuestión del honor y la nobleza, heredados en contraposición a la nobleza conquistada. Posteriormente, durante el reinado de Alfonso X el Sabio, comenzó a surgir la composición de las primeras obras literarias y científicas codificadas en una lengua distinta al latín. Este hecho constituyó la reivindicación de la lengua castellana y la conquista del respeto de todos los eruditos.
Por último, pero no menos importante, en 1492, año de la conquista de América, Antonio de Nebrija publicó la primera gramática española. A partir de este momento, los términos castellano y español comienzan a usarse indistintamente. Algunos de los autores de los grandes clásicos de la literatura, inmediatamente posteriores a este hecho, son Garcilaso de la Vega, San Juan de la Cruz, Cervantes, Lope de Vega, Góngora y Quevedo, cuyas obras son testimonios de la historia de la humanidad.
Tras este breve recorrido por la historia
del español, podemos decir que la riqueza y complejidad de esta lengua románica
radica en la mezcla de su esencia y en los hechos socioculturales que se han
producido a lo largo de miles de años. Por eso, tratar de resistir el cambio
lingüístico, en un intento de preservar su pureza a través de la moderación
normativa, equivale a no darse cuenta de que no son las instituciones, sino los
hablantes, los que crean el lenguaje a partir de su experiencia en el mundo,
para construir nuevos significados y realidades.
*Ana Laura Prado tiende puentes interculturales mediante la enseñanza e investigación del español y es gestora de proyectos en Crisol Translation Services.
Artículo original
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