Industrialización del cine
Situación importante que acontece en el medio fílmico mexicano es, creo yo, la añoranza por la Época de Oro del Cine Mexicano, que más allá de haberse convertido en la gran ventana de la nación hacia el resto del mundo, mostró a propios y extraños que el sector cultural y de entretenimiento es factible en su industrialización.
Sobre todo para un país que gran parte de su historia ha estado “en desarrollo” y el cual ha buscado por todos los medios poder atraer a la industria, en la mayoría de sus rubros.
Pero el Séptimo Arte es más que entretenimiento, es más que identidad cultural, es también un modo de lenguaje muy poderoso y efectivo ante los embates de un imperialismo cultural disfrazado de globalización y progreso, el cual poco a poco desintegra la tradición y la estructura social mexicana.
A pesar de que la cultura siempre ha sido mal valorada en México, la búsqueda de una industria del cine puede fortalecer estas defensas psicológicas, sociales, culturales, educativas y hasta políticas, porque en el lenguaje tenemos al mejor aliado contra la idiosincrasia extranjera. Junto al idioma, el cine es una forma de expresión, un acervo cultural, histórico y una proyección muy rígida de la identidad social e individual.
Tal vez habrá que hacer varios esfuerzos y hasta sacrificios, en ejemplos que algunos llaman venderse a sí mismos, vender devaluadamente su trabajo. Yo no lo quiero ver así, quiero verlo como un paso que hay que dar para dar paso a las siguientes generaciones en busca del fin último, atraer las inversiones, una mayor y mejor industria del cine, y será en ese entonces que los estilos y las perspectivas individuales en la forma de contar una historia se diversifiquen, crezcan, se multipliquen, entonces ahí se habría cumplido el primer paso.
Tal vez ya no nos toque, puede que sí alcancemos a ver una gran industria mexicana de este ámbito, pero sobre todo habría que hacerlo por nuestra por nuestra identidad cultural, por todo aquello que nos convierte en una nación.
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